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viernes, 22 de enero de 2010

A vista de pájaro


Cuando uno se siente bajito, a medias, perdidillo, confuso, no hay nada mejor que coger altura. Si estás en una encrucijada de caminos, o te has salido de tu ruta y no sabes por dónde seguir, ¿a que te ayudaría poder mirar el terreno desde lo alto? desde un helicóptero, desde una nube... podrías distinguir exactamente dónde estás, a dónde quieres ir, y por dónde se llega.

Pues con las emociones pasa lo mismo. Cómo coger altura en este terreno concreto es una cuestión de confianza. Algo que nos falta a los que estamos a medio gas. Pero se puede trabajar, como todo. Uno tiene confianza en lo que cree cierto y bueno. Lo importante aquí, y en temas similares, no es buscar la confianza fuera, que otro nos crea buenos o malos, que otro nos diga lo que está bien. Lo importante aquí es saber qué creemos nosotros bueno o malo, en qué valores creemos nosotros, en qué mundo creemos nosotros, en qué arquetipo de persona. Ese será nuestro avión, nuestra nube, nuestra verdad.

Con ella recorreremos el mundo y subiremos hasta donde haga falta. A partir de ahí, coger altura es sólo una cuestión de objetivizar; de analizar las situaciones como si no nos hubiesen ocurrido a nosotros, sino a alguien externo. Pensar cómo veríamos entonces cada reacción de cada persona, intentar encontrar los motivos que han movido a cada parte. Comprender los motivos ajenos, aunque no llegue a justificar su conducta, probablemente, es el mejor modo de salir de los atolladeros internos, emocionales, relacionales.

Comprender nuestros propios motivos, nuestras propias reacciones nos ayudará a tolerárnoslos, a no castigarnos y, si nos ponemos positivos, a que resulten una pista de por dónde salir.

Coge altura comprendiendo que el mundo no es como lo pintan en los cuentos, y eso no significa que sea malo, sólo que es muy humano.
Coge altura viendo que la gente tiene sus necesidades y que, más o menos, todos nos parecemos mucho.
Coge altura, aunque te cueste un poco, aunque parezca difícil, ahí, somos nosotros los que tenemos que forzarnos un pelín, sabiendo que ese es el camino correcto, levantar la cabeza, comprender, y seguir caminando.
Coge altura y poco a poco respirarás un aire más limpio, más tuyo, más seguro, porque sólo se basa en tus propios valores y la comprensión que tú haces del mundo.

Al principio es difícil volar...con el tiempo es todo un gusto...al final, descubres que esa era tu naturaleza.

sábado, 27 de diciembre de 2008

llevas gafas oscuras y nadie las ve

Para poder nadar son necesarias dos cosas, querer nadar y saber nadar. Para curarse son necesarias dos cosas querer curarse y saber curarse.

El mejor yodo o desinfectante de nuestras heridas internas es la comprensión de lo que ocurre. Es un paso fuandamental para "saber curarse". Ya sabemos bastante sobre qué nos pasa, lo hemos ubicado fuera de nosotros, no en nosotros y hemos decidido atacarlo, combatirlo.

Ahora vamos a saber para comprender, para curar, algo más de cómo vivimos cuando estamos deprimidos y de cómo nos ven los demás. Contándolo nos ayudara a las dos partes, a ubicarnos donde se encuentra la otra y entender por qué cada una se comporta como lo hace.

Los que estamos (en mi caso estuvimos) deprimidos no vemos como los demás. Pero no es que no tengamos esa capacidad, pues en otro tiempo vimos como todos, en colores. Lo verde, verde, lo negro, negro. Lo que ocurre es que AHORA no vemos bien. Es como si llevásemos gafas oscuras puestas que hacen que lo veamos todo menos nítido, de colores más pardos o incluso sólo en grises. Cuando nos encontramos a alguien cercano, nos alegra, pero no lo que debería, porque nuestros sentimientos tienen puesto un filtro, una especie de barrera que no permite que les lleguen las cosas en su intensidad real, es algo que pesa, un lastre, llamado tristeza o desánimo, o simplemente desconexión.

A lo mejor no estamos aparentemente tristes, pero tampoco estamos alegres o alo mejor estamos muy tristes... La belleza del atardecer nos llega, pero no lo suficiente, una fiesta puede incluso hacernos daño, porque sabemos que no somos capaces de sentirnos en consonancia. Alguien nos puso esas gafas en el corazón, nosotros no fuimos, no sabemos cómo han llegado hasta ahí, pero las llevamos puestas.

Los demás no las ven, simplemente no comprenden qué nos pasa. Si llevásemos escayola comprenderían que no usemos bien el brazo, si llevásemos muletas, las piernas... Pero como nuestras gafas son internas, y no nos permiten ver más que en grises, nadie comprende que no utilicemos bien el ánimo, no en concordancia con las situaciones. Es que lo tenemos enfermo o roto, o desorganizado, o descolocado.

También ocurre que, a veces, las gafas sí nos las hemos puesto nosotros solos, ha sido porque no nos hemos sentido capaces ante la vida y nos hemos tachado de "persona errónea", eso nos ha puesto tristes e, inconscientemente, nos hemos puesto solos esas gafas para vivir, viendo un poco menos lo que creemos real, de ahora en adelante: a nosotros, a la vida que no nos gusta como creemos que es.

El deprimido está desconectado de la realidad, no la ve como es, si se acuesta, si llora, si no habla, si se cae, es porque o bien no quiere vivir lo que cree es lo único posible en su vida, o porque no quiere vivir la versión que ve de sí mismo, y ha decidido, siempre inconscientemente, alejarse de la realidad, poner un gran foso entre él y ella. Ahora no sabe volver, o no quiere, ni siquiera sabe que si él tuvo fuerza para cabar un foso, más sencillo es crear un puente. LLeva gafas oscuras, ya no ve, necesita muchísima comprensión, muchísima ayuda y mucha fé en sí mismo, que venga primero de los demás.

Sólo está enfermo, se encuentra mal, se ha desconectado, no ve bien. El no es así, no quiere estar así, pero no conoce el camino de vuelta, qué más quisiera él!! Trátale como tal y no como a alguien que no sabe luchar. Esta es una de las situaciones más duras de la vida, en la que no te encuentras a ti mismo. Soportarla no es nada sencillo, es sólo para valientes.