viernes, 30 de abril de 2010

Estudia tu tema hasta conocerlo, sin obsesionarte

La comprensión es la vía para la superación, en cualquier aspecto de la vida. Si entiendes por qué otra persona ha hecho algo, te pones en su lugar, la perdonas, te importa menos que lo haya hecho, en general. Si entiendes por qué a ti te ocurre esto, te culpabilizas menos, te perdonas, y te puedes dedicar con más tranquilidad a solucionarlo, a trabajar por ello.

Para comprender es necesario conocer. Eso se traduce no en leer demasiado sobre depresión, porque puede ocurrir que nos preocupemos de cosas que no estamos sufriendo, pero sí en conocer la enfermedad, en ubicarnos. Y principalmente en trabajar y saber cómo mejorar los síntomas que provoca. Es decir, que el estudio que realicemos sobre aquello que sufrimos y que afecta a nuestra calidad de vida, y por tanto es fundamental para nosotros, sea positivo. No para echarnos las manos a la cabeza sintiendo que lo tenemos es muy feo, sino para encontrar soluciones, respuestas, comprensión.

Leamos con ganas de salir, no con ganas de bajar. Seamos solucionadores de nuestro problema, no víctimas con excusa y explicación.

Si sabemos que la autoestima baja cuando uno sufre labilidad emocional (cambios de estado de ánimo) mientras se está recuperando, pues estudiamos cómo aumentar la autoestima. Esto puede sonar a algo muy escuchado, parece de cuento aumentar la autoestima. Pues no lo es. Es absolutamente lógico y eficaz que nos pongamos a trabajar sobre nosotros mismos y nuestra mayor preocupación, que sepamos qué es y cómo mejorarla, que nos entendamos y busquemos la salida, que desgranemos la madeja, que digamos eureka, ahora entiendo lo que me pasaba.

Si necesitamos mejorar la asertividad hagámoslo, si necesitamos practicar a decir no, a pedir, hagámoslo.
Es muy bueno conocer y comprender lo que nos pasa, lo que nos ayuda, lo que nos mejora, como lo haría cualquier otra persona con cualquier otra enfermedad, temporal o no. Sabría qué alimentos o conductas son adecuadas para ella o no, y por qué le ocurre lo que le ocurre.

Tratémonos bien, también en esto.

martes, 6 de abril de 2010

primero voluntad, luego corazón

Ahora que muchos estamos más centrados, que otros han decidido salir y no saben cómo, que otros son conscientes de lo que les ocurre...ahora que estoy teminando este blog para pasar a otro tipo de escritos...

es cuando vamos a repasar las claves fundamentales de la lucha por uno mismo. La depresión es como una montaña que tiene dos laderas a subir, una la tristeza y otra la alegría. Es decir, el primer objetivo es salir de la tristeza, el siguiente, una vez conseguido ese, llegar a la alegría. Son dos cosas distintas.

De la tristeza se sale como hemos contado, cuidándote, dándote cuenta de que no eres responsable de esto, no sintiéndote culpable, poniéndote a trabajar en ti, en concentrarte, en hacer una vida normal, etc. De la tristeza se sale desde un impulso que te dice estoy harta, no puedo ni con mi cuerpo pero voy a salir de aquí. De la tristeza se sale CON VOLUNTAD.

Uno no llega, a uno se le caen las lágrimas por la nariz ya, pero se dice a sí mismo que va a dar igual y que va a seguir luchando, trabajando por sí mismo. Con voluntad te levantas de la cama, aunque no tengas ganas, te pones a leer o te concentras en trabajar, aunque no puedas mucho, te arreglas y sonríes, y sales a la calle. Con voluntad eres uno más.

Pero la voluntad sola no basta para salir de la tristeza o nos agotaremos absolutamente y tiraremos la toalla. Es completamente necesario algo más: EL AUTORECONOCIMIENTO DE NUESTROS LOGROS, LA SATISFACCIÓN CON NOSOTROS MISMOS, pero de verdad.

Sé consciente de que es muy difícil lo que estás haciendo. No vale mirar a la meta y decirte -mal, aún no has llegado-, eso no se lo harías a nadie, luego no te lo hagas a ti. Lo que sirve es tener claro de dónde sales, en qué situación estabas, y en cuál estás ahora, qué has aprendido, qué has superado, qué eres capaz de hacer ahora y antes no. Para eso es muy bueno anotar las metas qué queremos conseguir e ir anotando sus logros, y también recordar una imagen de cómo estuvimos, tenerla de referencia del gran logro alcanzado.

Si no te aplaudes cada esfuerzo dado, si no te valoras y enorgulleces de verdad de cada pequeño paso, la voluntad cada vez te saldrá menos. Trátate bien, te lo mereces, sólo la lucha y el soporte que llevas encima ya lo merecen. Enhorabuena, que eres un valiente. Pero con la sensación única de "tengo que seguir", sino con la sensación real de voy subiendo peldaños, voy consiguiendo cosas nuevas que antes no era capaz de hacer, la situación la consigo controlar yo y el motor es MI voluntad. Cada vez estoy por tanto más cerca del estado en que querría encontrarme. No sólo aguanto, también subo, cambio, aprendo, avanzo y me siento bien por ello, me doy la enhorabuena, de verdad, me doy cuenta. Entonces sale mucha más voluntad, muchas ganas de seguir, como en cualquier aprendizaje, aunque siempre haya baches, ne realidad, si recuerdo mi primer día, he mejorado muuuuucho. Así se sale de la tristeza, con voluntad y reconocimiento.


Una vez consigas no llorar, hacer lo que debes cada día, no pensar tanto y relajarte más, entonces es el momento de la alegría. De entrada, ya tendrás alguna si realmente estás satisfecho de ti, de tus intentos, de tus logros, que los hay.
Ahora, debes seguir a tu corazón, a tus emociones, que hablan de todos los aspectos de la vida, no sólo sobre parejas o amigos. La alegría viene de ser uno mismo, de hacer lo que deseas, de ir hacia donde te indica tu interior. Eso puede ser un camino nuevo, pero es un camino necesario, es aquel para el que uno verdaderamente vale, en el que uno realmente se siente bien.
Igual que la voluntad, se practica, poco a poco, se toman decisiones, se hacen cosas que a uno le gustan, se Es.

Pero esa es otra historia que merece un blog propio, uno que hable sobre aprender a vivir, quizás sea bueno para todos que lo abra algún día... De momento, salgamos de la tristeza, tomemos consciencia de lo que nos ocurre, de lo que conseguimos, de lo que aún queresmos, y después escucharemos a nuestro interior, que sí habla, habla de nosotros, aunque no tengamos costumbre alguna de entender su mensaje.