jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Por qué me paraliza el miedo?

¿Por qué me paraliza tanto el miedo?

el miedo paraliza porque es la costumbre que tenemos. En principio, el miedo está creado para defendernos, para ponernos alerta sobre algo peligroso para nosotros y bien, nos estamos quietos o bien salimos corriendo.Lo que ocurre aquí es que a este miedo hay que dominarlo o perderemos la partida. Imagínate que el miedo lo tuvieses al agua caliente. Una vez te quemaste, y fue cuando eras pequeña, cuando no estabas preparada para manejar bien los grifos (cuando no sabías la fuerza que tiene tu mente, ni la que tiene el agua) pero sabes que no te tienes por qué quemar siempre. Que si abres el grifo de agua fría, todo irá bien. Ahora, sabes que hay un modo de no caer o de salir. Sabes que si sigues mirando hacia delante, comprendiéndote, sabiendo que tu miedo no tiene una base racional, seguirás caminando.La cuestión es que el volante está en tu voluntad. Cuánto más valor y credibilidad le des al hecho de que se puede volver a caer, más débil te vuelves antes la oportunidad de abrir el grifo bueno. Y, al revés, cuánto más claro tengas que sabes salir, que quieres salir y que vas a ponerlo todo y a abrir el grifo de agua fría, ese será el que abras.Se pasó muy mal, por eso da tanto miedo recaer. Pero la parte que tenemos que fortalecer es la que sabe que se sale, la que sabe que esos fantasmas los alimenta nuestra cabeza. La misma cabeza que tiene la salida y la fuerza, para tirar hacia delante en cualquier circunstancia.Adelante, siempre adelante.Lucha por ti. Es como prefieres estar, no?

Respuesta a uncomentario de este blog

Se sale?

Y ahora la pregunta del millón: ¿se sale de esto?

Tachánnnnnnnn, sí, te puedo decir que sí se sale. Pero también te digo que hay cosas que debes tener en cuenta siempre...
Dime, un diabético deja de ser diabético? Un miope deja de ser miope, aunque se opere? Esto no quiere decir que vayas a estar siempre con la espada sobre la cabeza, pero sí que es bueno que te conozcas y te comprendas y que te cuides. Es decir que el diabético debe saber que el exceso de comida y más con azucar le va a hacer polvo y el miope que su retina corre peligro si abusa de los golpes, por ejemplo.Y es un hecho que gente sana, bien cuidada, que se quiere, que conoce sus fortalezas, que se protege, que se consiente, que se comprende, que sabe qué hay que hacer y cómo para estar bien, tenga una vida estupenda, llena de cariño, de vitalidad, de saber qué quieres y quién eres. Y lo que es más, una vida mucho más madura y disfrutada que aquellos que no han pasado por esto.
Venga, que sí se puede. Mirarás a la vida de frente, a los ojos, y le dirás, ya no me das miedo. He aprendido a conducirte.

Rspuesta a un comentario de este blog.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cada piedra tiene algo que enseñarte

Cada cosa que nos ocurre, cada persona que nos encontramos y ha sido significativa para nosotros, todo lo que incluso ha resultado difícil, tiene algo que enseñarnos.

Al principioi cuesta mucho darse cuenta, y es porque se pasa mal. Cuando uno no está preparado para subir una montaña, la primera que sube le cuesta dolor, cansancio, podemos llamarlo sufrimiento. Qn ocasiones, la cosa está en hacerlo poco a poco, pero en cuestiones fundamentales de la vida, no nos damos esas treguas, no sé por qué. Posiblemente deberíamos decir, ya he luchado dos meses contra esta depresión, ahora voy a descansar una semanita. Puede que nos viniera mejor que agotarnos día tras día, cuando ya no podemos más. Ser comprensivos con nosotros, tratarnos, al menos, como lo haríamos con los demás, es muy necesario.

La segunda vez que subimos esa montaña ya cuesta menos, y, aún así, es dura de subir. Sin embargo, puede que a la cuarta o a la quinta, vayamos notando nuestro avance, nuestra capacidad, nuestra mejora. Entonces, puede llegar a ocurrir que hasta nos guste subir montañas, que hasta queramos un nuevo reto para comprobar que somos muy capaces.

Nos pusieron delante esa montaña que nos hizo sufrir, acostumbrados, quizás, a los valles agradables. Las opciones eran subirla, quedarnos atascados para siempre donde estábamos, o darnos de golpes contra ella, enfadados con la vida y con nosotros mismos. Sólo había una solución: luchar, intentarlo, lograrlo. Conventir a la montaña en parte más del camino. Aprender, que la vida no es sólo valles y que tenemos capacidad y preparación para subir y bajar lo que sea, cada vez con más templanza, cada vez con más conocimiento del terreno, cada vez con menos miedo, incluso con ningún miedo, sintiendo, poco a poco, dominio de la vida.

Además, generalizamos estos aprendizajes a cualquier terreno, no sólo al que acabamos de superar. Lo que realmente queda en nosotros es que nuestra voluntad y nuestras capacidades tienen una fuerza de la que aún no conocemos el final.

Sonríe, por favor. Esa montaña estaba ahí, para que sepas cuáles son tus verdaderas dimensiones.