miércoles, 10 de febrero de 2010

Conoce tus procesos mentales I

En cuanto detecto esa sombra de tristeza que puede llegar, pongo en marcha el analizador de situaciones, para que a la próxima sea yo quien la conozca a ella mucho mejor que ella a mí.
Recuerdo que una doctora a la que hablaba sobre dolores de cabeza me recomendó tomarme la medicación oportuna en cuanto barruntara que me iba a doler, es decir todo lo antes posible.
Del mismo modo, los remedios contra la tristeza debe uno ponerlos antes de que llegue la gran tormenta, como los remedios contra la lluvia o cualquier tipo de tempestad. Si te lo barruntas, cierra las puertas y ventanas, ponte la manta, hazte una infusión y a ver una buena peli, viendo la tormenta fuera y con la ropa recogida en casa.

Supongo que las medidas exactas en nuestro caso serían dormir lo posible, estresarnos lo menos posible, concentrarnos todo lo posible en cada cosa que estamos haciendo, anotar en un papel el motivo que ha originado esto para analizarlo después, cuando ya haya pasado lo gordo, hacer cosas agradables para nosotros, estar cerca de aquellos que queremos en tranquilidad, tomar esas flores de Bach, medicamento de herbolario, parafarmacia, o lo que quiera que sepamos nos reconforta en estas situaciones, aunque sea por un tiempo, (si se trata de alguna medida que ha de incorporarse y retirarse paulatinamente, siempre con cuidado y bajo supervisión médica).

Lo de anotar el problema en un papel, el origen, no es algo sin importancia. Cuando acorralas algo lo haces tangible, es mucho más manejable. De entrada, ya sabes a qué te has de enfrentar.
No olvidemos que nosotros tenemos dos problemas: el real y el imaginario. Es decir, las cosas que nos ocurren y lo que nos provocan las cosas que nos ocurren. Es más, las cosas que nos ocurren y el miedo que da lo que pueda ocurrirnos a partir de las cosas que nos ocurren. Sé que me entendéis, por rebuscado que suene.
De ahí la importancia de acorralar y separar lo que realmente nos ocurre. Con ello provocamos un cortocircuito con la otra parte: lo que eso puede provocarnos, o el miedo que nos da lo que eso pueda provocarnos. Esa reacción no tan controlada que es nuestro verdadero problema, nuestro verdadero fantasma: el miedo a las conductas o respuestas desadaptativas, que no parecen tener relación con la situación que ocurre y que creemos no podemos controlar. Eso baja nuestra seguridad y en consecuencia nuestra autoestima.
Déjame que te cuente un secreto, bajaría la de cualquiera. No olvides que aquí los valientes somos nosotros. Y lo que estamos haciendo es buscar la salida, porque si hubo entrada ha de haber salida, ¿no crees?

Por tanto, escribe lo que quiera te ha originado encontrarte mal en un papel y guárdalo hasta que estés bien. Entonces podrás trabajar con ello. Seguramente, el hecho de saber que tu posible enfado, tristeza, etc. tiene un motivo claro, hará que no se dé la segunda parte, que no temas reacción alguna, que te veas como alguien normal al que le ha ocurrido algo normal.

Es mayor nuestro fantasma que nuestra enfermedad. Te lo aseguro.